La antropóloga, profesora y divulgadora aborda en su último trabajo la conexión entre territorio y vida, y como usar el “malestar” para organizarse y “construir una vida en la que merezca la pena la vida”
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Es bajar del tren en Cabezón de la Sal y encontrarte, enfrente, la Casa de los Sueños, la sede de Ruta6, una ong que de mil maneras –sobre todo, con la venta de objetos usados donados y con muy buena acogida en el pueblo, que lo ha abrazado como si fuera un comercio más- consigue fondos con los que sufragar becas educativas para jóvenes nepalíes.
Allí nos encontramos –hemos quedado, y además será el lugar en el que haremos la foto que ilustra este artículo—con Yayo Herrero, antropóloga, profesora, investigadora social, cooperativista, divulgadora-activista (su forma…
La antropóloga, profesora y divulgadora aborda en su último trabajo la conexión entre territorio y vida, y como usar el “malestar” para organizarse y “construir una vida en la que merezca la pena la vida”
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Es bajar del tren en Cabezón de la Sal y encontrarte, enfrente, la Casa de los Sueños, la sede de Ruta6, una ong que de mil maneras –sobre todo, con la venta de objetos usados donados y con muy buena acogida en el pueblo, que lo ha abrazado como si fuera un comercio más- consigue fondos con los que sufragar becas educativas para jóvenes nepalíes.
Allí nos encontramos –hemos quedado, y además será el lugar en el que haremos la foto que ilustra este artículo—con Yayo Herrero, antropóloga, profesora, investigadora social, cooperativista, divulgadora-activista (su forma de activismo es la labor de divulgación) y vecina de la comarca del Saja: afincada en Cabuérniga y muy implicada con el amplio movimiento vecinal de Cabezón de la Sal, se le escapa la sonrisa cuando habla de todo lo que está pasando en esos pueblos en los que ha decidido ser algo más que una residente. Cita, con “orgullo” iniciativas como el próximo festival Sumud-Cabezón por Gaza, en cuya organización está implicada, o el colegio público de Cabuérniga , como ejemplos que ponen la vida en el centro desde una perspectiva colectiva.
Son proyectos, acciones, movimientos…que reflejan de forma muy gráfica y coherente la conexión entre defensa de la vida y el territorio que vertebra su ‘Metamorfosis’, su último trabajo, editado por Arcàdia, sobre el que charlamos en un café en la Plaza de la Paz, cuyo nombre y pertinencia queda evidenciado y enmarcado por las banderolas de apoyo al pueblo gazatí ante su genocidio.
‘Metamorfosis’ es el término cientifíco que Yayo Herrero usa para transmitir su propuesta para “reencauzar las relaciones humanas con la trama de la vida y las relaciones humanas entre sí” y “recomponer un mundo en el que quepamos todos con dignidad”.
Es, explica, una forma de mirar la vida “desde aquello que la sostiene: desde el agua, el aire, las plantas, los animales, el propio trabajo humano, y también todas las relaciones de interdependencia entre personas”.
Y es una vida a la que “la realidad que estamos viviendo (…) le ha declarado la guerra”, de forma global, además. Un diagnóstico al que llega a través del análisis de los factores culturales que nos han llevado hasta aquí, como determinada visión de la ciencia –muy distinta de la que lleva décadas alertando del cambio climático— en la que se apuesta “por torturar a la tierra para arrancarle todos sus secretos y conseguir dominar”. La frase, “bestia”, es un entrecomillado literal de Francis Bacon que presagia la forma de relacionarse con el mundo, el territorio, a base de “exprimirlo”.
Ese aquí, esa “respuesta distópica”, en que el beneficio económico no está al servicio de las personas, de la vida, sino que las vidas, las personas, al servicio de esos intereses.
“Fíjate el cambio de chip que supone pensar que el dinero está a nuestro servicio o nosotros al servicio del dinero”, expone, y nos lleva a pensar en ‘Matrix’, la saga de las hermanas Wachowski, en la que los humanos eran el alimento de las máquinas en una realidad a la que sólo se llegaba tras una revelación que implicaba una forma distinta de ver el mundo.
Ese mundo “le ha dado la espalda a las necesidades humanas”, de la vivienda a la producción alimentaria, los servicios públicos o los cuidados a lo largo de la vida, sin olvidar la energía, en cuya gestión se ignora que el planeta “tiene unos límites físicos” que se han “agotado”.
En ‘Metamorfosis’ hay una disputa del concepto de normalidad: se advierte de que las “lógicas capitalistas” son propias de los últimos tres siglos y no del conjunto de la historia de la humanidad, en la que encuentra ejemplos históricos y documentados arqueológicamente de otro tipo de formas de organización de la vida y lo común.
Y hay en el trabajo, muy didáctico, muy cercano –en definitiva, una extensión del estilo de Yayo Herrero– una defensa de la vida misma, la vida pura, en la que resulta muy coherente, muy recta y muy directa la línea entre la vida y el territorio, entre los espacios y las personas que los habitan, atacados por lo mismo, un sistema económico que además se nutre de un “proceso colonizador” entendido en sentido amplio: sobre otros países y tierras, pero también los propios, vendidos en los relatos que se cuentan desde la mirada del colono como “nuevos” o “vacíos” (se decía de la selva amazónica brasileña, pese a que en ella vivían 14 millones de personas, y se dice ahora de la “España vacíada”, ignorando a los que viven en ella y la habitan con sus saberes).
La Metamorfosis: cómo convertir el malestar en alternativa
El libro no esconde en ningún momento ni la violencia que hay en todos los procesos (el genocidio en Gaza, las deportaciones de migrantes en Estados Unidos…) ni el pesimismo por el diagnóstico negativo –“la realidad hay que reconocerla (…); me parece que es muy importante nombrar todo esto”, como ha comprobado en los distintos procesos participativos que ha coordinado- , pero apela a recoger “la experiencia del malestar” como base para “organizarnos para construir una vida en la que merezca la pena la vida”.
Es en ese punto donde la activista, curtida en organizaciones como Ecologista en Acción y en contacto siempre con muchas otras, reivindica el papel de los movimientos sociales y sus éxitos: “si la gente tiene una pensión, si puedes cobrar el paro en un momento de desempleo, si tenemos sanidad pública, si nuestros hijos e hijas pueden ir a la escuela independientemente de que no tengamos dinero, es básicamente porque un montón de gente que partía del malestar por todos esos despojos y desposesiones se organizó y lo ha convertido en política pública”.
Para Yayo Herrero, el movimiento con más potencial, por como aúna todas esas luchas, el territorio y la vida, la supervivencia propia y colectiva, parte del ecofeminismo, cuya premisa principal es una enmienda a la totalidad a ese ataque a la vida y a esa pulsión doblegadora del territorio que viene describiendo en ‘Metamorfosis’: “hay que reconocer que la vida humana no se sostiene sola” y que ese sostenimiento sigue pasando en su mayoría por el trabajo, entre invisible y precario, de las mujeres. Es, matiza, una visión que no es exclusiva de ellas, ya que el patriarcado no se define por el mandato general de los hombres, sino que también excluye a muchos varones “a los que se considera menos valiosos”: “el patriarcado es una cultura que establece una especie de sujeto universal y político que en realidad no existe, la idea de un sujeto que no tiene que ocuparse de nadie que no tiene que ocuparse ni de él mismo y que además está desconectado con la naturaleza”, explica la profesora Herrero, que zanja, en la misma línea de la irracionalidad de esa guerra contra la vida, que ese sujeto, directamente, “no existe”, que esa teórica independencia respecto a los cuidados o los límites del territorio es una gran mentira, una base de barro para un sistema ideológico o político.
Termina la entrevista y de vuelta al tren, por lo que nos barruntamos que es la ‘milla de oro’ de la que hemos oído hablar a Ángeles Cabria, justo enfrente del parque Conde San Diego en el que se celebrará el próximo 22 de noviembre el festival Cabezón por Gaza, nos encontramos con una vecina. Está vendiendo papeletas para ayudar a sostener la actividad tanto de la propia cita como de Ruta6. Por supuesto, Yayo Herrero la conoce. Son incansables, esto es puro activismo, sonríe.